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13 de enero de 2012

EL ESCRITOR PUDOROSO (ANTHONY BURGESS)

BURGESS mencionó que el título se deriva de una vieja expresión COCKNEY (As queer as a clockwork orange, que podría traducirse como "tan raro como una naranja de relojería"), pero descubrió que otras personas encontraban nuevas interpretaciones para el título.
ANTHONY BURGESS,  el autor de la NARANJA MECANICA, escribio la mayor parte del libro que le hizo famoso bajo los efectos del alcohol.Según el ,se veia obligado a trabajar borracho para no escandalizarse por las barbaridades que estaba escribiendo. Otro autor que solia inspirarse tomando alguna que otra copa de mas era SCOTT FITZGERALD .Este  declaraba que si escribia estando sobrio,el resultado no era mas que un monton de estupideces.

LA NARANJA MECANICA (1971)

Divertida e imaginativa odisea a través de las peores facetas del espíritu humano, brindada por el siempre genial Stanley Kubrick.
Lo que destaca de "A Clockwork Orange" es que, a pesar de tener escenas de violencia fuertes, su director les da música y arte. Cada matanza, cada paliza y cada violación de esta película es un baile, una soberbia ejecución de musicalidad. Y ello sirve para contarnos un bonito cuento en el que el arte, la complejidad y la sutilidad se sobreponen al mero y directo realismo.

En el cine de Kubrick, siendo esta película un perfecto paradigma, todo nos brinda una imagen de absoluto cuidado fotográfico: una cámara de fotografías, en manos de Stanley, es una fábrica de arte. Esto, aquí, se combina con escenas conjuntadas por imágenes y sonidos sobrecogedores que conciben "La Naranja Mecánica" como una de las mejores películas que este servidor ha visionado. Es difícil, muy difícil olvidar la soberbia capacidad de Kubrick para presentarnos en una única toma algo para loc ual otros directores suelen meter cortes. Ojalá cuanto se hace a hoy día se cuidara tan sólo la mitad. Dios bendiga a Zack Snyder.
La historia se merece un punto aparte, pues no nos pone un mensaje concreto delante, sino que nos invita (o tal vez empuja) a reflexionar. ¿Debería la humanidad mutarse a sí misma por la fuerza, o debería elegir libre pero inútilmente? ¿Es útil o fútil la rehabilitación, o tal vez hay algún camino alternativo? ¿Puede nuestro cerebro soportar las acciones del resto del cuerpo? ¿Puede el cambio inevitable dejar una huella profunda a la par que positiva en nosotros?

DRÁCULA


1992
Sin lugar a dudas es la más fiel transcripción de los hechos narrados en la famosa novela de Bram Stoker, de la que respeta incluso la estructura narrativa, compuesta a base de hacer evolucionar la historia a través de la lectura de los diarios de diversos personajes.

Sin embargo, la incorporación del prólogo, plásticamente impecable pero inexistente en la novela, en el que se narra el origen del vampiro, para dar una motivación a todos sus actos posteriores, esto es, el desmesurado amor que el Príncipe Vlad el Empalador, siente por su adorada e infortunada Elisabetta, revivido al contemplar el parecido de ésta con la joven Mina Harker, 400 años después de la muerte de la primera, convierte al Príncipe de las Tinieblas, imaginado por Stoker, en el protagonista de un melodrama romántico-fantástico, que es absolutamente infiel al espíritu con el que fue creado.

En el film de Coppola, aún fiel a los hechos descritos en la novela, Drácula ya no será la encarnación del mal, el vehículo para descubrir la miseria moral y la hipocresía de quienes le combaten, que tan bien quedó reflejada en la magistral versión de Terence Fisher de 1958, que interpretara el sobrecogedor Christopher Lee, sino un héroe romántico en lucha por preservar su amor contra el tiempo y contra aquellos que han jurado destruirle.

Ni siquiera se puede afirmar que el planteamiento sea original, ya que este giro argumental, un Drácula romántico y seductor, ya fue explorado por John Badham en su meritoria versión del mito realizada en 1979.

A pesar de esa infidelidad al espíritu de la novela, el film de Coppola es un excelente film de vampiros, claramente concebido como gran espectáculo visual, un ejercicio operístico donde prima el impacto visual y el exceso, se diría que intenta ser un compendio de todas las aportaciones iconográficas del subgénero vampírico, debidamente aumentadas o enfatizadas.

Ese compendio de fascinantes hallazgos visuales, unidos a la cautivadora historia del enamorado que "cruzó océanos de tiempo" para encontrar de nuevo a su amada, hacen perdonar la traición al espíritu de la novela original, en un film que sin duda debiera haberse titulado "Drácula... de Francis Ford Coppola"