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7 de febrero de 2013

DJANGO

Vuelve el Tarantino de siempre, el de diálogos imposibles y largas escenas de permanente tensión. Tal como hizo con las artes marciales y el género bélico, su particular visión del western no nos presenta la típica pelea de indios contra vaqueros o de justicieros sheriff y amenazadores delincuentes; se trata más bien de las andanzas de un esclavo negro en los tiempos previos a la Guerra de Secesión, que consigue su liberación gracias a un cazarecompensas alemán. De estructura lineal, la película se puede dividir en tres partes, como si fueran capítulos independientes de una larga novela. La primera muestra el encuentro y posterior asociación entre el siempre educado y poco ortodoxo Dr. King Schultz (otra brillante y deliciosa interpretación de Christoph Waltz) y el recio Django (protagonizado por un magnífico Jamie Foxx) con dotes naturales para el revólver y con mucha sed de venganza. La segunda parte está dedicada a la búsqueda de la mujer de Django en la plantación Candyland, propiedad de Calvin Candie (con la convincente actuación de Leonardo DiCaprio) y la tercera es la resolución de la película con un Django desatado, llevando su revancha hasta las últimas consecuencias. La película incluye otras señas de identidad de Tarantino como una soberbia banda sonora (mezclando el moderno hip-hop con las partituras del mítico Ennio Morricone), un cuidado diseño de vestuario (los trajes que usa el liberado Django pueden convertirse en nuevos íconos de la moda) y el cameo propio en la última parte del film. Mucha sangre, mucha violencia pero también mucho arte. Casi tres horas para seguir amando el buen cine.