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17 de noviembre de 2011

Basada en una pieza teatral del propio Woody Allen, “Sueños de un seductor” es una deliciosa comedia de evidentes ramalazos cinéfilos que nos describe con candor y simpatía la torpeza con las chicas de un joven aficionado a los melodramas clásicos (“Casablanca” principalmente, es más, el comienzo del film es el destripe literal de los últimos cinco minutos de la mítica película de Michael Curtiz).

Delegadas las funciones de dirección en un competente Herbert Ross, a Allen se le nota disfrutar representando un papel realizado a su medida en compañía de una Diane Keaton encantadora (primera colaboración juntos) y un Bogart imaginario que le da consejos sobre el complejo mundo del ligoteo.
Un film narrado con una candidez y buen humor inconmensurables en el que es imposible no encariñarse con unos personajes tan humanamente dibujados que resultan inolvidables.

Honesta y consecuente, “Sueños de un seductor” se posiciona como uno de los mejores trabajos de la pareja Keaton-Allen, aparte de un ser un retrato amable a la par de veraz de las dificultades que crea la timidez y la falta confianza de muchos jóvenes a la hora de relacionarse con el sexo opuesto.

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