El director Shawn Levy - Noche en el museo - ha conseguido un producto más solvente de lo que cabía esperar, no es que su argumento sea genuino, bebe de fuentes muy directas, como el Rocky de Avildsen, pero si es cierto que justamente ha logrado ese punto emocional equilibrado que hace especialmente vibrante esos momentos en los que sus colosos de metal irrumpen en pantalla.
Un film interesante, emerge entre otras apuestas propias de estas fechas, casi todas faltas de interés, cierto que evidencia algunos altibajos, quizá por extender demasiado sus conflictos paterno filiales, algo menos de metraje le habría sentado bien sin duda, pese a todo, merece la pena y cumple de forma sobrada su objetivo como vehículo de entretenimiento.
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